Acallar como sea y para siempre a quienes se acercan demasiado a la verdad. Esa sería la misión de los ' hombres de negro' unos escurridizos individuos que atemorizan a los ufólogos y que Hollywood ha convertido en héroes
LUIS ALFONSO GÁMEZ
Son esquivos, expeditivos e implacables. Hay quien mantiene que trabajan para agencias gubernamentales; otros aseguran que forman parte de una avanzadilla extraterrestre; y algunos sospechan que son el brazo ejecutor de un gobierno en la sombra que rige los destinos de la humanidad desde un pasado remoto. Pero nadie lo sabe a ciencia cierta: todo son especulaciones. Los hombres de negro están entre nosotros. No son producto de la imaginación de un guionista cinematográfico. Al menos, eso es lo que cree buena parte de los ufólogos norteamericanos -y algunos españoles- desde que estos enigmáticos personajes silenciaron, hace cuarenta años, a ALBERT K. BENDER, director del Buró Internacional sobre Platillos Volantes (ISFB).
A pesar de su pomposo nombre, el grupo de Bender era uno más de los que comenzaban a proliferar en Estados Unidos a principios de los años 50, una organización cuyos miembros ansiaban el contacto físico con los tripulantes de los ovnis, «siempre y cuando ellos decidieran aterrizar en son de paz» [Sheaffer, 1981], y cuyo boletín necesitaba un golpe de efecto para hacerse un hueco en un disputado mercado. Así que Bender anunció en abril de 1953 que la siguiente entrega de la revista contendría importantes revelaciones sobre el origen de los platillos volantes. Sin embargo, cuando Space Reviewllegó a manos de los aficionados, no hubo ninguna información sorprendente. Y, para colmo de males, la revista desapareció seis meses después, tras advertir en sus páginas: «El misterio de los platillos volantes ya no es un misterio. Se conoce su origen, pero la información ha sido retenida por órdenes procedentes de instancias superiores... Aconsejamos a todos los que están comprometidos en trabajos relacionados con los platillos que, por favor, sean muy cautos» [Sheaffer, 1981].Los rumores se apoderaron entonces de la comunidad ufológica. Según sus más cercanos competidores, Space Review había echado la persiana por razones económicas: la revista había perdido el apoyo inicial de una importante editorial y las instancias superiores sólo existían en la imaginación de Bender, que enmascaraba así su fracaso. El director del ISFB dio, sin embargo, su propia versión de los hechos.«Conozco el secreto de los discos», aseguró a sus más inmediatos colaboradores, antes de añadir que no podía revelarlo porque así se lo habían ordenado, bajo amenaza de muerte, tres misteriosos hombres vestidos de negro. Un año más tarde, el investigador JAMES MOSELEY fue también silenciado tras anunciar en Saucer News, su boletín, la publicación de «pruebas documentales irrefutables» sobre los ovnis [Sheaffer, 1981]. Y, a partir de ese momento, los MIB -del inglésmen in black- empezaron a intimidar a ufólogos y testigos de apariciones de platillos volantes.
Muertos en el armario
Las descripciones de los silenciadores y sus métodos responden desde entonces a un mismo patrón Misteriosos individuos que viajan en grupos de tres a bordo de lujosos coches o helicópteros negros y se presentan ante sus víctimas cuando están solas. De mediana estatura y piel bronceada, visten traje, corbata y sombrero de riguroso luto -todo pasado de moda, pero impecable-, ocultan sus ojos tras gafas del mismo color -cuando no lo hacen, éstos son rasgados- y se identifican como agentes del Gobierno estadounidense. Tras dejar bien claro que están al corriente del trabajo de su interlocutor y de las pruebas que obran en su poder, le recomiendan que les entregue cualquier material comprometedor y que calle para siempre. Si no, su vida corre peligro. Esta amenaza, según algunos ufólogos, se ha hecho realidad en más de una ocasión.
El astrónomo MORRIS K. JESSUP habría sido una de las primeras víctimas de los hombres de negro. Autor de varios libros sobre ovnis, apareció asfixiado al volante de su automóvil el 20 de abril de 1959. Aunque la investigación oficial concluyó que se había quitado la vida -una manguera conectaba el tubo de escape con el interior del habitáculo-, muchos seguidores de los platillos volantes consideran que lo eliminaron los MIB, como al periodista FRANK EDWARDS, que falleció el 23 de junio de 1967, o al capitán EDWARD RUPPELT, que había sido director de uno de los proyectos secretos de investigación ovni de las Fuerzas Aéreas de EE UU. Pero en estos casos, y en otros similares, la evidencia brilla por su ausencia.
Edwards, por ejemplo, falleció por causas naturales, al igual que el investigador brasileño OLAVO T. FONTES y el capitán Ruppelt, quienes murieron de cáncer. Respecto a Jessup, el veterano ufólogo JEROME CLARK ha reiterado recientemente en Fortean Times -una de las más importantes revistas esotéricas- que, «como todos los que le conocieron han contado a quienes creen otra cosa, se suicidó por razones personales que nada tenían que ver con sus intereses ufológicos» [Clarke, 1997]. Los MIB, por lo tanto, no cuentan con más muertos en sus armarios que los colocados por los ufólogos. Y parece que tampoco son muy efectivos como silenciadores.
Secretos a vocesBasta recordar que Bender, su primer objetivo, no tuvo ningún inconveniente en contar suaterradora experiencia a GRAY BARKER para que la divulgara a los cuatro vientos en su libroThey knew too much about flying saucers, publicado sólo tres años después de la amenazadora visita de los hombres de negro. Además, el propio Bender escribió en 1962 Flying saucers and the three men, una obra en la que mantiene que los siniestros personajes son extraterrestres. No ha sido el único que se ha burlado de las amenazas de los MIB.
James Moseley no sólo no se retiró de la circulación, sino que todavía sigue en la brecha. Continuó al frente de Saucer News hasta 1968 y, desde entonces, ha alumbrado diversos boletines: SaucerCruise, Saucer Booze, Saucer Jews... En la actualidad, dirige Saucer Smear, una publicación accesible a través de Internet. «Si el supuesto 'silencio' de Moseley es una muestra de la eficacia de los 'hombres de negro', entonces podemos respirar tranquilos», sentencia el escéptico ROBERT SHEAFFER, autor de Veredicto ovni [Sheaffer, 1981].
Pero nada de esto importa a los negociantes de lo paranormal. El argentino FABIO ZERPA, que en los años 70 se ganaba la vida con un espectáculo ovni que escenificaba en cines de Latinoamérica y España, mantiene que los MIB «pertenecen a una gigantesca organización no sólo de origen terrestre, sino también extraterrestre, y poseen bases a lo largo y ancho del planeta» [Zerpa, 1979]. La finalidad de los hombres de negro, afirma, es evitar que el ser humano acceda al conocimiento oculto. Vamos, que son como el fumador de Expediente X, el personaje que hace la vida imposible a Mulder y Scully. Pero, por lo visto, bastante más torpes.
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